La mente humana ha y sigue siendo un misterio para la ciencia, ya que tiene una capacidad asombrosa para recibir, almacenar, crear y compartir nuevo conocimiento constantemente. A través del tiempo, psicólogos y pedagogos se han puesto a la tarea de originar varias teorías que intentan explicar cómo es que las personas gobtienen y generan el conocimiento.
Entre las diversas hipótesis destacan dos corrientes diametralmente opuestas: el empirismo y el innatismo. El empirismo surgió durante la Antigüedad clásica y afirma que la mente humana es como una pizarra blanca o tabula rasa en la que la experiencia se encargará de agregar información, obtenida a través de los sentidos. Se trata de pasar de la intuición a la creación de un concepto. Se enfoca más a la obtención de conocimiento técnico, sustentado en todo aquello tangible y/o perceptible.
Su contrapartida es el innatismo, la cual defiende la creencia de que el ser humano, por naturaleza, posee conocimientos básicos desde su nacimiento y tiene acceso a ellos a lo largo de su vida. Esta teoría está íntimamente relacionada con el racionalismo, el cual rechaza la idea de que el conocimiento sólo puede provenir de los sentidos ya que hay conceptos, como el infinito, el alma o Dios, que no pueden ser adquiridos empíricamente. Se le vincula con la obtención del conocimiento teórico, o la contemplación de la verdad.
A mediados del siglo XX, surgiría la teoría del constructivismo o constructivismo epistemológico, teoría del aprendizaje que fusiona al innatismo y al empirismo para crear una nueva interpretación del proceso de adquisición del conocimiento. Jean Piaget, el principal representante de esta corriente, propuso una explicación en la que el conocimiento se origina mediante la interacción entre el sujeto y la realidad.
Según Piaget, el sujeto forma su conocimiento al contrastar sus preconcepciones (innatismo) con la realidad (empirismo), al encontrar una resistencia o incongruencia entre la realidad y su intuición, el sujeto elabora una teoría nueva, la constata nuevamente y adapta su conocimiento de acuerdo a los resultados.
Sin embargo, para el ruso Lev Vigotsky, la teoría de Piaget olvida el factor social en la construcción del conocimiento, pues observó que gran parte de la información se transmite de persona a persona, aunque no compartan la misma época o espacio, gracias al lenguaje oral, escrito o gráfico. De ello se desprende que el conocimiento reside en la sociedad y se obtiene de procesos interpsicológicos que se convierten en procesos intrapsicológicos.
A través del tiempo, toda sociedad se ha mostrado interesada en transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos que se consideran relevantes para la supervivencia, incluyendo aquellos que han perdurado y se han convertido en lo que llamamos “cultura”. Este proceso recibe el nombre de “educación” y debe distinguirse del “aprendizaje”, ya que el primero depende de la sociedad y el segundo del individuo.
La concepción de Vigotsky se ve apoyada por la neuropsicología, la cual afirma que la construcción del conocimiento es una interconexión perdurable entre el sistema cerebral, así como sus mecanismos de acción, y el sistema socio-cultural, incluyendo sus mecanismos de transmisión. Está interconexión es favorecida por el aprendizaje, interpretado como la repetición de las experiencias, y la maduración neurológica del sujeto.
Todas las teorías filosóficas que han tratado de explicar la creación del conocimiento han tenido o tienen sus equivalentes pedagógicos, los cuales enfocan las hipótesis para crear nuevos métodos educativos que sean efectivos tanto para alumnos de nivel preescolar como de niveles superiores. Así mismo, las corrientes pedagógicas se han incorporado al campo tecnológico para crear dispositivos que favorezcan tanto la educación como el aprendizaje, entre ellos pizarrones interactivos, tabletas, proyectores, computadoras portátiles, laboratorios trasladables y mucho más.