Dopamina, microchips, sistemas operativos, responsabilidad afectiva, emociones, smartphones, la ingenuidad del ser humano y su habilidad para crear necesidades que antes no existían fueron la receta secreta para concebir un metaverso en el cual las relaciones interpersonales de carácter afectivo-amorosas, sociales o profesionales pudieran proliferar, convirtiéndose en un estandarte más del cual se erige la civilización del siglo XXI; frágil, personal pero impersonal a la vez, la hiperrealidad del amor de las relaciones humanas que crecieron en un mundo en tiempos de modernidad liquida según lo describiría el sabio sociólogo Zygmunt Bauman.
Existiendo en una realidad construida de conceptos abstraídos de la globalización, los medios de comunicación masivos, el marketing, las redes sociales, los juicios de valor desinformados de influencers, etc… Yace una pequeña brecha en nuestro inconsciente que nos dicta a pensar que somos los autores de nuestro destino y que poseemos todas las herramientas para materializar lo inmaterializable, contextualizar lo abstracto y automatizar lo que antes era un ritual sublime, una faramalla de hologramas ideológicos que nos hacen creer que somos dueños de lo que pensamos y somos, tal es el caso en específico es el de las relaciones sociales o afectivas en nuestros tiempos, que no se malinterprete, no todo es malo ni todo es bueno, hemos llegado a la conclusión como civilización de que es moralmente aceptado y solicitado por un vasto sector de la población.
La tecnología está en todas partes y tal es el caso que de ellas dependen muchas de las actividades que realizamos en ambos ámbitos profesionales y personales, desde las clases, cursos y reuniones virtuales, posicionamiento de productos, venta, canales de comunicación entre colaboradores, clientes, relaciones sociales, etc. nos ha llegado a beneficiar a un grado en el que optimizamos nuestro flujo de actividad y hacemos más con menos esfuerzo, menos tiempo y más eficiencia. ¿es genial no? El escenario perfecto para el tejido social. ¿pero esto tiene un costo? La respuesta es muy relativa ya que hay a quienes les conviene desprenderse de los procesos más rudimentarios y volverse un humano tecnológicamente automatizado, que pierde facultades de empatía, skills sociales, percepción del espacio tiempo y su efecto en el ritual de la convivencia, comunión y retroalimentación de información y conocimiento; por otra parte lo ponemos muy plano y sencillo, vivir sin tecnología es vivir alienado de la civilización globalizada, convirtiéndote en el holograma romantizado de un cavernícola idealista, desatinado al fracaso, psicopatológicamente diagnosticable con síndrome de “la era de oro”, viviendo en la nostalgia, negando el progreso y con el, la realidad o para fines más específicos, la hiperrealidad
Una disyuntiva muy interesante ¿no te parece? Y es que existe una polémica muy grande entre lo que es real al interactuar virtualmente con alguien a interactuar de forma física y no está mal, nuestro argumento es meramente informativo, al punto que queremos llegar es el de reconocer que nos volvemos cada vez menos humanos conforme la tecnología avanza y por lo cual debemos optar por compensarlo con acercarnos más a nuestro lado ritualístico y natural, concientizarnos de nuestro entorno, saber qué es lo que estamos automatizando y qué es lo que nos acerca más a nuestra humanidad sin descartar o negar el progreso.
Un equilibrio, ese será el sustantivo que será el calderón en nuestra obra prima argumentativa, la nota final y la que adorna, decora y enaltece la sinfonía de todo lo bueno y bello que inviste todo lo anteriormente mencionado… equilibrio.
Piénsalo por un momento, o 2, a nosotros nos tomó muchos más intentos… pero tenemos en alta estima a nuestros lectores; en ATI Tecnología integrada no sólo queremos proveer servicios de capacitación, venta y promoción de innovación en la implementación de recursos tecnológicos a empresas o escuelas, queremos concientizar a nuestros clientes y lectores y brindarles una pizca de información que genere en ellos un crecimiento humano/intelectual/emocional/social/introspectivo si podemos llamarlo así, sin dejar de lado nuestra emoción e inclinación por el fino arte de la implementación tecnológica… Es una idea entre muchas, una que puede llenar vacíos existenciales o que puede reafirmar convicciones. Es una propuesta para acercar al humano moderno a una vida de equilibrio con su naturalidad en un mundo que depende imperantemente de la tecnología y con la que necesariamente debemos aprender a estar en EQUILIBRIO.